Diagnóstico teológico a los 50 años del Vaticano II
Mutirão de Revistas Latino-Americanas – Comunicação
DOI - 10.5752/P.2175-5841.2011v9n24p1368
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Diagnóstico teológico a los 50 años del Vaticano II
Theological Diagnosis 50 years after Vatican II
José María VIGIL
Resumen:
Partiendo de la idea de que el Vaticano II quiso ser un diálogo con la modernidad, el
autor comienza señalado (el «ver» en la medotología latinoamericana) los grandes
cambios de paradigma que se han sucedido en estos 50 años posteriores al Concilio: la
revolución de la posmodernidad, el despertar de la conciencia política y la irrupción de
la teología de la liberación, la nueva conciencia pluralista, el descubrimiento de la
ecología profunda, la crisis de las «religiones agrarias» en un mundo que parece querer
entrar en un mundo «post-religioso», y la transformación de la epistemología religiosa
tradicional. En un segundo momento («juzgar») analiza lo que sucedió con el Vaticano
II y el posconcilio: las transformaciones que propuso, la oposición que fue creciendo
apoyándose en el propio poder jerárquico institucional, y el impase de la actual falta de
diálogo. En una tercera parte («actuar») el autor propone unas pistas interpretativas
como la mejor forma de aportar a una situación eclesial actual que parece no tener
salida.
Palabras clave: Diagnóstico teológico. Vaticano II. Concilio. Iglesia. Futuro. Cambio
de Paradigma
Abstract:
Starting from the idea that Vatican II wanted to stablish a dialogue with the modernity,
the author starts pointing out (the «see», in the Latin American methodology) the big
changes of paradigm which have taken place in these last 50 years after the Council:
the revolution of pos-modernity, the waking up of the politic conscienceand the
irruption of the theology of Liberation, the new conscience of cultural and religious
pluralism, the discovery of the depp ecology, the crisis of the «agrarian religions» in a
world which seems to want enter into e post-religious world, and the transformation of
the traditional religious epistemology.
In a second moment («judge») analizes
what happened in the Vatican II and the pos-council: the transformations it proposed,
the growing oposition, taking advantage in the jrearquical institutional power, and the
current impasse of the lack of dialogue.
In the third part («act»), the author
proposes some interpretative tracks, as the best way to contribute to this current
ecclesial situation which seems not to have way out.
Keywords: Theological diagnosis. Vatican II. Councile. Church. Future. Paradigm
Changes.
Artigo publicado no Mutirão (Minga) Temático de Revistas Latino-americanas, organizado pela parceria
Koinonia/ASETT (Associação Ecumênica de Teólogos/as do Terceiro Mundo ASETT/EATWOT).
Estudió Teología en Salamanca y Roma, y Psicología en Salamanca, Madrid y Managua. Fue profesor de
teología en el Centro Regional de Estudios Teológicos de Aragón, de la Universidad Pontificia de Salamanca,
y en la UCA de Managua. Trabaja teológicamente en internet desde los “Servicios Koinonía” e y forma parte
de la “Comisión Teológica Latinoamericana” de la ASETT, Asociación de Teólogos del Tercer Mundo. País
de origem: Nicarágua. E-mail: ComisionTeologica@Latinoamericana.org
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Introducción
José Maria Vigil
Por las características propias de nuestra época, el Vaticano II será, sin duda, el
Concilio sobre el que más se haya escrito en toda la historia de la Iglesia. Y seguirá
escribiéndose. En este aniversario quiero centrarme a hacer un «diagnóstico» de los
problemas teológicos fundamentales que pueden detectarse a su respecto, de una manera un
tanto esquemática, y sin pretender abordar su estudio ni su solución. Ello puede ser materia
de estudio y de diálogo para las muchas actividades, congresos, publicaciones que se
preparan en torno a este amplio aniversario (2012-2015) que se prepara. Este «número
colectivo de revistas latinoamericanas de teología» en torno a este aniversario es
precisamente una iniciativa al ser servicio de todas esas actividades eclesiales.
Comenzaré tratando de presentar un panorama cronológico de los grandes
paradigmas teológicos que han entrado en escena desde el Vaticano II (ver), para pasar
luego a proponer un elenco de lo que podrían ser los problemas teológicos de mayor calado
pendientes en este momento (juzgar), y concluir sintetizadamente proponiendo un elenco de
propuestas operativas (actuar) para el debate.
1 VER: Panorama diacrónico de evolución teológica
Voy a tratar de enumerar los «grandes núcleos teológicos» que hemos
experimentado en el cristianismo en estos cincuenta últimos años.
Un primer intento de reconciliación, limitada y contradictoria, con la modernidad.
Tras varios siglos de enfrentamiento con el desarrollo de la ciencia y con la nueva
conciencia de la emancipación de la humanidad frente a la tutela religiosa, el Concilio
Vaticano II puede ser calificado teológicamente como la reconciliación del cristianismo
católico con la primera modernidad, una reconciliación parcial (en cuanto que no se
aplicaba por ejemplo hacia las estructuras jurídicas mismas de la Iglesia), y en parte
contradictoria (en cuanto que para llegar al consenso hubo de introducir concesiones e
incurrir en ambigüedades). Pero era un buen inicio, un desbloqueo del impase que se
arrastraba, y despertó enorme interés y una desbordante vitalidad.
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Mayo del 68: la revolución posmoderna
Los analistas reconocen que después del Vaticano II tuvo lugar la llamada
revolución cultural de mayo del 68, una profunda vuelta de tuerca de la modernidad en la
sociedad ya inicialmente globalizada, planteando cambios hasta entonces no planteados:
revolución cultural, sexual y femenina, crítica al poder, al Estado, a la democracia formal, a
los valores establecidos...
La Iglesia católica vivió esta revolución cultural en plena efervescencia de la
primera apertura conciliar y en primera línea, ya sin la defensa de la clásica «separación del
mundo» con que hasta entonces se había auto-protegido. Como toda la sociedad, no pudo
tener distancia crítica para saber qué es lo que estaba sucediendo en aquella nueva
propuesta cultural. Ello fue causa adicional e imprevista de gran malestar en el sector
conservador de la Iglesia, que achacó al Concilio mismo la desorientación que produjo en
la Iglesia esta revolución cultural, y desató una fuerte oposición interna.
Una nueva propuesta teológica, la TL
A continuación surge en América Latina (AL) toda una nueva propuesta teológica,
liderada en principio por el CELAM, la teología de la liberación (TL), que quería ser una
simple aplicación y adaptación del Vaticano II al Continente, pero que vino a ser además
una relectura del conjunto del cristianismo con la introducción de tres dimensiones hasta
entonces olvidadas: la dimensión histórico-escatológica utópica (que dialogaba con la
segunda modernidad), el reinocentrismo (que superaba el eclesiocentrismo y el
exclusivismo milenarios) y la opción por los pobres (que rompía la milenaria alianza con el
poder político y económico, y que fue calificado como «el acontecimiento eclesial más
importante desde la Reforma Protestante).
Estaba animada por una fuerte vivencia espiritual y produjo un estilo de teología
que se expandiría a partir de entonces al cristianismo universal. La envergadura y la
importancia de lo que allí se dio bien habría había podido ser materia de un hipotético
Vaticano III.
Como un factor decisivo en principio ajeno a lo propiamente teológico hay que
reseñar la elección como papa de Karol Wojtyla, que había sido precisamente líder del
Coetus minor de los padres conciliares cuyas propuestas resultaron desechadas en el
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Concilio. Desde el punto de vista teológico cabe resaltar el nombramiento de Josepf
Ratzinger como encargado de la Congregación de la Doctrina de la Fe, que con su Informe
sobre la fe comenzó una campaña de reinterpretación involutiva del Concilio, de
descalificación de la TL y de persecución de los teólogos más creativos. Podemos decir que
a partir de este momento entra en escena, de la mano de la oficialidad, una teología
conservadora restauradora, altamente beligerante, que a partir de ahora impone su opinión,
sin diálogo, por la vía del «poder magisterial».
El paradigma pluralista
El Vaticano II abrió tímidamente esta puerta cuando propició la superación del
exclusivismo y se pronunció por el inclusivismo. Por el mismo tiempo, en el área de la
teología anglosajona, y sobre todo en Asia, donde el cristianismo experimentaba
fuertemente la sensación de minoría en medio de una pluralidad religiosa insuperable,
surgió el paradigma pluralista, que significaba una ruptura mayor todavía que la que
significó el abandono conciliar del exclusivismo. A.L. estuvo al margen del tema en estos
inicios, sólo después del año 2000 se propuso el «cruzamiento entre la teología de la
liberación y la del pluralismo religioso». El mundo mundializado actual ha tomado
conciencia de la pluralidad religiosa y del carácter regional de todas las religiones. El
diálogo y la reconciliación con esta nueva cultura pluralista implica la «relectura pluralista
del cristianismo», que es lo que, a pesar de las condiciones oficiales tan adversas, está
imparablemente en curso. No se trata pues de un tema sectorial o regional, sino de toda una
forma muy diferente de autocomprensión cristiana, algo tan grave y tan profundo que bien
merecería en tiempos normales todo un nuevo concilio para afrontarlo.
El paradigma feminista
Aunque las raíces del movimiento feminista son históricamente muy antiguas, su
gran eclosión se ha dado apenas hace unas décadas, en el siglo pasado. Y aunque procede
de la sociedad civil, este paradigma ha sido ya asimilado en la teología y ha calado
profundamente en sectores muy amplios de la teología y de la base del cristianismo,
especialmente en una gran mayoría de cristianas, tanto laicas como religiosas. El paradigma
feminista, auxiliado por los estudios de «género», ha mostrado hasta qué punto el
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cristianismo tradicional está influido por la ideología del patriarcalismo con la consiguiente
marginación y minusvaloración de la dimensión femenina y sus valores, en todos los
niveles, desde la imagen misma de Dios, hasta la organización práctica de la vida cristiana.
Se puede decir que, a nivel teórico sus logros son ya irreversibles, pero es a nivel práctico,
de implementación de sus consecuencias en la práctica cristiana donde sigue casi todo por
hacer. También en este caso, un cambio de paradigma tan profundo como el feminista, bien
merecería en tiempos normalmente sanos todo un concilio ecuménico, para acogerlo con la
profundidad y la coherencia necesaria.
El paradigma ecológico
Ha sido también con posterioridad al Vaticano II cuando ha eclosionado en la
teología el tema de la ecología. No nos referimos sólo al tema de la urgencia del cuidado
ecológico ni a la emergencia planetaria que parece estarnos situando al borde del desastre
planetario y de nuestra extinción como especie, sino también a la reinterpretación completa
del cristianismo fuera de los supuestos (antiecológicos) en los que fue elaborado, como el
del antropocentrismo, el de nuestra desligación de la tierra y de la evolución de la vida, el
de la transcendencia y separación cósmica de la imagen de theos (ahí fuera, ahí arriba), el
de la concepción de la naturaleza como inferior y/o pecaminosa o de esta vida como una
prueba de acceso a un mundo sobrenatural distinto de éste... La ecología ha llegado a su
madurez apenas en los años 1970 con el movimiento de la «ecología profunda», que
implica una manera revolucionaria de repensar la realidad, el cosmos y a nosotros mismos.
Es toda la teología y todo el cristianismo el que hay que rehacer. Temática no sólo urgente
por los mismos criterios que los otros paradigmas, sino porque todo indica que estamos en
los últimos años hábiles para poder evitar entrar en una pendiente sin retorno hacia el
cambio climático severo, que puede extinguirnos como especie y conllevar la extinción de
todo lo humano... en todo lo cual, el cristianismo, reputado actualmente como «la más
antropocéntrica de las religiones» (Lynn White) ha tenido no poco que ver. Si hay alguna
urgencia y emergencia que merecería un concilio, por sobre todas las demás, ésta es.
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El paradigma post-religional
Prácticamente desconocido en muchas regiones del mundo, apenas planteado por
algunos grupos especialmente vigilantes, este paradigma tampoco es sin embargo algo
nuevo, sino una intuición que ya nos ha visitado varias veces en el tiempo de vida de la
actual generación, pero que vuelve ahora... «en espiral» (más adentro y más abajo), y
pertrechada con conocimientos auxiliares de antropología cultural que hacen su desafío ya
inaplazable. Plantea este paradigma la superación de aquel supuesto que otorgaba
clásicamente a la religión la categoría de cuerpo especial de sabiduría y medio de
realización espiritual avalado directamente por la Divinidad, revelado, incuestionable. La
antropología cultural hoy cree conocer de un modo medianamente aceptable las bases
humanas de la espiritualidad, el surgimiento de la religión con el advenimiento de la
sociedad agraria, los procesos de su elaboración y evolución, así como los mecanismos
internos de su funcionamiento epistemológico y la función de los mitos y creencias... y
plantea además que esa edad agraria que posibilitó el surgimiento de las religiones
mundiales que todavía hoy conocemos, está concluyendo, y que en la sociedad del
conocimiento que va a reemplazar a aquella sociedad agraria, los mecanismos
epistemológicos de la religión agraria van a ser inviables. El cristianismo, que es también
una religión agraria, se ve desafiado: o se metamorfosea dejando de ser religión (agraria,
neolítica) o desaparecerá. O continúa adelante lo que el cristianismo es más allá de su
formato de religión agraria, o desaparecerá. La crisis actual de la religión es también un
«nuevo tiempo axial», una nueva «gran transformación» como la que dio origen a la nueva
conciencia religiosa de la que vivimos desde hace dos mil años. Un concilio inter-religioso
sería tal vez lo más urgente para que las religiones todas afronten de cara su futuro en vez
de cerrar los ojos a lo que está apareciendo por el horizonte.
El paradigma epistemológico
Durante mucho tiempo el cristianismo ha estado instalado en un cómodo «realismo
ingenuo» que postulaba la adaequatio rei et intellectus, una correspondencia directa entre
lo que pensamos y expresamos y la realidad. Más aún, hemos vivido, milenariamente, hasta
hace «cuatro días», apoyados en una interpretación literal de las creencias que vehiculan los
mitos religiosos, como si éstos fueran descriptivos de la realidad, porque habrían sido
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revelados... El nuevo paradigma epistemológico que avanza por la sociedad se ha hecho
muy consciente de que nuestro conocimiento no describe la realidad, sino que simplemente
la modela, y de que el conocimiento religioso es también construcción humana, elaborado a
base de metáforas aproximativas, que con el tiempo quedan desplazadas, obsoletas, o
pueden incluso resultar dañinas en un determinado nuevo contexto cultural... Como otrora
pidió Kant, el nuevo paradigma nos pide «despertar del sueño dogmático religioso». Desde
la visión anterior clásica suena a «relativismo», pero es que la aportación más grande del
siglo XX en términos de conocimiento ha sido el descubrimiento de los límites del
conocimiento. Una revolución epistemológica se viene encima, urgiendo a una
reinterpretación de todas las seguridades objetivas y descriptivas de nuestra religiosidad. Es
cierto que este paradigma en muchos sectores apenas asoma todavía en el horizonte, pero la
teología ya debiera tener claridad en la preparación de su afrontamiento.
Ésta sería, en mi modesta opinión, una radiografía teológica básica de los grandes
núcleos o paradigmas que están interviniendo en el debate ideológico de la conciencia
humana actual en el interior del cristianismo en general y el específicamente católico en
particular. Necesitaría muchos matices y subdivisiones, y podría ser planteada de otras
muchas maneras, pero creo que en esta forma aporta claridad y facilita notablemente el
discernimiento de la concurrente complejidad actual.
En todo caso, analizar este campo sólo en los términos generados por el Concilio
Vaticano II impediría hacerse cargo de lo que realmente estamos viviendo. Un
discernimiento actual debe desbordar los marcos estrechos del Concilio Vaticano II,
enteramente superados hace ya varias décadas.
2 JUZGAR: Problemas teológicos implicados
A la vista de este panorama, echemos mano de unos pocos criterios iluminadores
que puedan ayudarnos a juzgar.
Nos guste o no, el Vaticano II no ha logrado ser un concilio de feliz memoria ni de
«recepción» pacífica, más allá de la acogida inmediata y entusiasta que recibió y de la
vitalidad desbordante que suscitó en su primera etapa en la base del Pueblo de Dios. Pronto
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surgió el miedo y la oposición declarada. No se pudieron implementar mediaciones
concretas para la aplicación de sus directrices a la propia Iglesia, a su reforma democrática
y participativa, a temas como celibato, sexualidad, colegialidad, primado, y a la
reinterpretación de puntos centrales de especial implicación epistemológica (historicidad,
desdogmatización, superación de la helenización del cristianismo, relativización de la
metafísica...). Sobrevino más bien el «invierno eclesial» (Rahner), la «vuelta a la gran
disciplina» (J.B. Libânio), la «restauración eclesial» (J.C. Zízola), la «noche oscura»
eclesial o «el pontificado del miedo» (J.I. González Faus)...
Pero la situación se ha complicado posteriormente, porque en estos 50 años no han
cesado de aparecer nuevos desafíos desde la cultura, a los que se ha tratado de dar respuesta
desde las actitudes involutivas anticonciliares, cada vez más distantes de las nuevas
propuestas. El efecto es conocido: autoexilio de muchos cristianos, diálogo de sordos entre
teología y la doctrina oficial, distancia abismal entre la Iglesia y la vanguardia cultural de la
sociedad, contradicción entre el discurso oficial y la práctica moral real de los fieles,
abandono de la Iglesia por parte de millones de fieles europeos, vuelta de las apostasías, y
pérdida de fieles masiva también en A.L. Ésta parecía ser la situación actual.
Pero la problemática es todavía más honda, de otro nivel. Cada vez más analistas
concuerdan que no estamos ya en una «época de cambios profundos y acelerados», como
insistió varias veces el Concilio en sus documentos, ni siquiera en un «cambio de época»,
como dijo el retruécano que se hizo célebre a principios de los años 90, sino en un «cambio
cultural» de dimensiones epocales, una «metamorfosis» radical, un auténtico tsunami
cultural, o como muchos están diciendo, un nuevo «tiempo axial»... Discutir ahora si el
Concilio Vaticano significó «una ruptura o una continuidad» es como discutir «si son
galgos o podencos» (como en El Quijote).
Así como «mayo 68» saltó por encima de la problemática que había planteado el
Concilio y la desbordó, así el tsunami cultural actual está saltando por encima de todas
nuestras polémicas, encontrándonos para colmo en un estado de extrema debilidad, por la
involución, el conflicto de interpretaciones, y la demora-bloqueo del discernimiento de los
nuevos desafíos acumulados desde entonces...
Parece que la conclusión obvia es un inmenso interrogante: ¿es posible imaginar a
corto plazo siquiera un afrontamiento (no digamos una superación) de los problemas
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pendientes? ¿Qué habrá de pasar para que se pueda dar un cambio de actitud en la Iglesia?
¿Y qué pueden/deben hacer, mientras, los cristianos/as que creen estar interpretando de este
modo lo que pasa, y no quieren renunciar a su derecho fundamental primario a ser personas
de su tiempo y a vivir según su conciencia? El discernimiento queda pendiente.
3 ACTUAR: Propuestas interpretativas y operativas de acción
A manera de proposiciones para el debate:
- El Concilio Vaticano II ha sido el acontecimiento más importante y positivo del
cristianismo católico del siglo XX. Introdujo a la Iglesia en una nueva época y la
llenó de entusiasmo y creatividad.
- El Concilio no creó los problemas, simplemente los reconoció, y con ello posibilitó su
afrontamiento.
- El Concilio, no obstante, llegó muy tarde; pero no fue suya la responsabilidad en la
demora de varios siglos en el establecimiento del diálogo con la modernidad. No
podemos continuar demorando el discernimiento de los problemas actuales, con o sin
un nuevo concilio.
- El Concilio se vio desbordado por una revolución cultural, la de mayo del 68, cuando
apenas iniciaba su andadura, y sin poder afrontarla debidamente en un momento de
profunda conmoción en el que ya no contaba con un concilio para discernir las
nuevas propuestas de la posmodernidad. Esto añadió complejidad a la conmoción que
se vivió, y explica, aunque no justifica, la reacción de las fuerzas conservadoras
contra el propio Concilio.
- El segundo gran acontecimiento histórico de la Iglesia del siglo XX fue la aplicación del
Concilio a América Latina, que llevó el diálogo iniciado con el mundo al campo de la
segunda ilustración: en lo social y en lo político, en el encuentro con los pobres y en
la praxis histórica de transformación social. La teología y la espiritualidad de la
liberación, hijas en definitiva del Concilio, desataron también una explosión de
vitalidad y de mística, cuya manifestación mayor fue la multitud de comunidades de
base y una pléyade de mártires literalmente «jesuánicos», según el modelo de Jesús.
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- La Iglesia está viviendo una situación paradójica, por cuanto la posición minoritaria
derrotada democráticamente en el proceso e discernimiento conciliar, ha accedido al
poder y lo utiliza abierta para imponer la visión que fue descalificada. La política
autoritaria de nombramientos, utilizada en este mismo sentido, ha logrado expulsar de
la jerarquía a cualquier otro pensamiento y convertirla en un «pensamiento único»,
monogámico, incapacitado para el diálogo.
- Vivimos así una situación insuperable de conflicto de interpretaciones. Quienes vivieron
el Concilio en el propio momento, a corazón abierto, con toda la sintonía de la Iglesia
universal, no pueden (con imposibilidad epistemológica) negar lo que vivieron
simplemente frente a nuevas interpretaciones impuestas por decretos autoritarios
posteriores. Millones de cristianos que abandonan la Iglesia desde hace años
testimonian la gravedad de la situación.
- Con los años, la situación ha cambiado tanto y tan rápidamente, que el conflicto de
interpretaciones sobre el Concilio se hace insignificante ante la magnitud de los
nuevos desafíos aparecidos, que se van acumulando hasta parecer inabarcables.
- En esta situación, una responsabilidad grande para encontrar salida la tiene la teología, en
cuanto que no puede dejar de plantear esos nuevos problemas no atendidos, y
elaborar nuevas respuestas aunque no vayan a encontrar un ambiente sano de diálogo
abierto y discernimiento comunitario, sino persecución institucional como en los
mejores tiempos de la Inquisición contra Galileo. Es obvio que puede resultar heroico
mantenerse fiel al carisma teológico cuando las circunstancias eclesiásticas parecen
exigir también que sea también un carisma martirial... Pero es mucha la porción del
Pueblo de Dios que necesita la «caridad intelectual» (Rosmini, Bertone) de la teología
consciente de su función profética.
- Si se quisiera entrar en un nivel más específico de diagnóstico respecto a esta difícil hora
histórica la «posconciliar», deberíamos preguntarnos:
• (el diagnóstico mismo) ¿Cuál es el factor determinante, la estructura decisiva que
mantiene a la Iglesia Católica en este impase? ¿Cómo sanar la estructura
patológicamente vertical y absolutista que la paraliza? ¿Cómo superar la
epistemología imperial del «poder sobre la verdad», el infalibilismo
irreformable ahistórico? ¿Cómo llegar a reconocer que el debate, el diálogo y el
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discernimiento conciliar son la única forma actual de encontrar
comunitariamente la verdad, sin utilizar falsos atajos de asistencias revelatorias
particulares? Son en realidad los temas pendientes que no pudo acometer la
Iglesia al quedar bloqueada la recepción del Vaticano II.
• (La prospectiva) ¿Hacia dónde estamos yendo mientras no se corrija este rumbo?
¿Estamos viviendo de algún modo un «final del cristianismo»? ¿Cómo vamos a
estar dentro de otros 50 años, continuando en esta dirección? Es un momento
más que oportuno para discernir entre las varias hipótesis ya conocidas: ¿final,
disolución, sublimación, transformación, post-cristianismo...?
• (La praxis prioritaria) Como en el budismo (el sendero medio), necesitaríamos
distinguir entre lo que no necesitamos saber, o lo que al menos puede esperar, y
lo que es urgente e inaplazable, aquello en lo que nos estamos jugando el
futuro, o incluso la supervivencia como Iglesia, como cristianos, como especie.
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