TRAMA
Revista de Ciencias Sociales y Humanidades
Instituto Tecnológico de Costa Rica. Cartago, Costa Rica
Vol. 4, N.° 1 y 2, Diciembre de 2015
ancestralmente con esa naturaleza. En este sentido el historial de los parques
nacionales indica que “se establecieron después del desplazamiento o eliminación
de los pueblos nativos que vivían en estos territorios” (Martinez-Alier, 2014, p. 30).
El Parque Nacional Villarrica ubicado en la Región de la Araucanía y la Región de
Los Ríos en Chile, fue creado el 28 de noviembre de 1940 (Decreto Supremo
N°2236), como resultado de fusionar la Reserva Forestal del mismo nombre y el
Parque Nacional Vicuña Mackena; se establece en los “únicos terrenos de
propiedad del Estado que no fueron colonizados por ser marginales para la
agricultura, ganadería e incluso para la utilización forestal” (Corporación Nacional
Forestal, 2006: p. 8). Si bien la declaratoria sirvió para conservar importantes
hectáreas de flora y fauna nativa, invisibilizó la propiedad ancestral del pueblo
Mapuche sobre el territorio ahora destinado a parque nacional, y bajo una nueva
relación ser humano-naturaleza, se le excluyó de las prácticas culturales asociadas
a su relación con el mismo, imponiendo una matriz colonial de poder, “colonizando
y subalternizando otras formas de ser, de sentir, de pensar, de hacer, de tejer la
vida”, tal como afirma Gerrero respecto a este nuevo tipo de relación (Guerrero,
2010, p. 12).
Ejemplo del desplazamiento geográfico y cultural, de las comunidades mapuche
respecto al Parque, han sido las veranadas, estas eran un espacio comunitario
utilizado en la época estival para el pastoreo de los animales permitiendo el engorde
con pastos y frutos de mejor calidad; para este período y práctica los comuneros
mapuche, quienes habitaban durante el invierno en zonas menos afectadas por la
nieve y el invierno, construían los “sayel” o casas para el veraneo, donde también
sociabilizaban con otras familias de la comunidad. Según un adulto mayor de la
comunidad, (E.H., comunicación personal, 28 de junio de 2015), su madre le
relataba cómo la construcción del “sayel” era comunitaria y espontánea, cada familia
le agregaba en su visita algo nuevo, además tenían ahí los utensilios de cocina y
todo lo que se necesitaba para habitar por varios días en el lugar, pudiendo disfrutar
de al menos un mes de la “biodiversidad” presente en el faldeo del volcán.
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